Número: 265864
Torito pincha camaras
El grave problema de las pinchaduras
Por estos días, con sequía, calor y todo eso, hay una sorda batalla entre los toritos (no los de Chiclana, no los de Miura: esos simpáticos “miguelitos” naturales que siempre caen con una filosa espina hacia arriba) y los ciclistas; batalla que ninguno de los dos gana, sino los bicicleteros que te emparchan la rueda pinchada. Si no le ponemos pila, esta nota se desinfla.
TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.
“..... Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada.”
Antonio Machado
El torito apátrida, una espina que, como muchos, siempre tiene por lo menos un cuerno para arriba, y que imita eficazmente a los temibles miguelitos -pequeñas estructuras metálicas que se utilizan en las manifestaciones para impedir el tránsito: perforan cualquier rueda y dejan de a pie al más guapo- está haciendo estragos en las filas de ciclistas santafesinos. Nadie habla de estos temas, y entonces el verdadero periodista debe investigar, bucear en las raíces (jodido hacer eso) mismas, llegar hasta los recónditos rincones en donde la verdad desnuda brilla detrás de los oscuros paños que la velan...
Todos los días se libra una batalla anónima, soterrada, magnífica: cientos de ciclistas que quieren llegar a sus trabajos o a sus casas y los toritos que esperan ese paso para incrustarse insidiosos hasta lo más profundo de la goma del ciclista, que se queda literalmente a pie.
Los estudiosos del tema señalan que el fenómeno se acrecienta para esta época del año, en que la planta que genera el torito (yo no los quiero agobiar, pero una investigación periodística es una investigación periodística: se trata de la acicarpha tribuloides, una calicerácea también llamada roseta) está seca y en que la gente corta los pastos, lanzando la espina a los senderos de dios.
Ahí tienen al mismísimo municipio: tratando buenamente de brindar un servicio con el corte de pasto, cada vez que pasan la máquina a los costados de las ciclovías -que muchos laburantes usan a diario con sus bicicletas-, genera impensadamente un colapso de bicicletas y una legión de emparchadores y bicicleteros contentos: un tendal, porque las espinas quedan sobre la misma senda asfaltada esperando la goma que la pise...
Gente con experiencia, asegura que en esos días de corte de pasto, es mejor dejar la senda e ir por las calles convencionales, donde sólo corrés el riesgo de ser embestido. Es la variante Favatía, en honor a su defensor.
Luego, ante el hecho irreversible de que en determinados momentos las rosetas o toritos reinan soberanos, hay también estrategias de los damnificados que conviene consignar. Una de ellas es la colocación de doble cámara en cada rueda, con la esperanza de que de esa manera, fuera de combate una, la pinchadura te deje igualmente llegar a destino, pues se supone que no se desinflará de inmediato la rueda. Es la variante Vigil, en honor a uno de su más conspicuos sostenedores.
La ciencia y la física acuden también en defensa del bípedo humano que anda a tracción a sangre: parece que viene un líquido, un gel o algo así que se coloca dentro de la cámara y la recubre y protege por dentro. No evita la pinchadura, pero cuando ésta ocurre, la misma presión del aire impulsa a este líquido especial para salir justo por agujero que dejó el torito y así, milagro, lo sella. Es la variante Alvarez.
Sabido es que el tema de las pinchaduras tiene aristas variadas, consigno sólo dos, al paso.
La sexual, por cuanto se asocia pinchar con el acto sexual mismo. Las bromas con las bicicletas son un clásico: bicicleta con suerte (porque no pincha nunca) es un ejemplo; o por el contrario, si uno tuvo la desgracia de pinchar, recibe además las cargadas de los amigotes: ¡por fin!, le espetan al pobre.
La policial: es normal en estos tiempos escuchar (ja, justamente escuchar) sobre pinchaduras de teléfonos, un mecanismo mediante el cual se hacen escuchas ilegales de conversaciones.
Una última consideración para mi amigo Miguelito, nombre emblemático para un bicicletero, pero así se llama y es bicicletero. Me aconseja con su amabilidad habitual (son como ciento veinte kilos de amabilidad) que deje de escribir pelotudeces, que deje a los miguelitos, a los toritos y a las rosetas tranquilas, que inste al municipio a que siga cortando los pastos y desparramando espinas y que es importante mantener a la gran familia bicicletera en actividad. Me pinchó la nota, con lo que me dijo.
link del articulo http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2009/11/14/nosotros/NOS-24.html