El Regreso. Primer Cruce Sanmartiniano en MTB por Los Patos San Juan

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#447132Fecha: 25-02-2012

Día 9. Puesto Obreros de Julio Álamos, Valle de Los Patos Sur (2900 msnm) – Rancho de Lata (3900 msnm)
Sobre el caballo la vida se ve diferente. Como que todo toma otro ritmo, el no tener que atender todo el tiempo el camino hace que uno disponga de más tiempo para la observación. Eso es otra de las cosas que debo agradecer a esta expedición, cabalgar es una manera distinta de disfrutar de la naturaleza.
Antes de salir esta mañana cruzamos el valle para despedirnos de los muchachos de Sardinas, lo hicimos después que salieron los jinetes de Gioja y mientras Marcelo acomodaba las cargas para seguir el camino de regreso.
Partimos rumbo a Rancho de Lata (3900 msnm) distante unas pocas horas a caballo y ubicado justo debajo del ascenso para cruzar por La Honda a 4200 msnm. Volvimos sobre nuestros pasos hasta La Junta de Los Caminos y de allí desviamos hacia la Honda.
Llegamos a la tardecita bajo la amenaza tormenta con el tiempo justo para armar las carpas. Así nos “escapamos” de la lluvia y del “garrotillo” que cayó durante unas 3 horas cubriendo las cumbres cercanas de un inmaculado blanco. Al anochecer el cielo se fue despejando y la temperatura disminuyó considerablemente.
Los guanacos presentes a los largo del todo el camino.
Cenamos asado y nos visitó Ceferino miembro de la expedición de los hermanos Ossa.
Día 10. Rancho de Lata (3900 msnm) – Arroyo Manantiales (3100 msnm)
Después de preparar las cargas ensillamos y comenzamos el vertiginoso ascenso. Este paso es más corto, más bajo pero más vertical que el del Espinacito y la pendiente hace que las mulas y caballos se detengan muchas veces para tomar el aire y bajar las pulsaciones. De eso sabemos muchos los que alguna vez anduvimos subiendo montañas con toda la carga en la mochila.
Hace frio, el viento sopla fuerte a nuestras espaldas, la subida es interminable, advertimos el cansancio de los animales, nos movemos por los 30 cm que tiene de ancho la huella de arcilla y que se desplaza faldeando el cerro en forma de zeta, abajo muy abajo la Junta de Los Caminos y el arroyo Blanco.
Seguramente con temperatura varios grados bajo cero terminamos el ascenso y nos dejamos llevar por el sendero al otro lado. Nos bajamos del caballo para aliviarles un poco la tarea y descendemos hacia el peligroso paso llamado La Ventana. Caminamos un largo rato y poco antes de Las Frías volvemos a montar hasta llegar a Trincheras de Soler donde hacemos el primer descanso.
Una mención firme merece el tema de la basura. Si bien habíamos venido viendo desechos a los largo del camino el colmo fue ver el estado en que se encontraba la zona de Trincheras. Me dio pena y vergüenza ajena.
Seguimos el avance y después de pasar Manantiales y de más de 10 horas de cabalgata buscamos el agua de un arroyo y pastura para pasar la noche.
Dormimos con el cielo y las estrellas como techo y con la luz de la luna como farol de noche.
Día 11. Arroyo Manantiales (3100 msnm) – Ciudad de San Juan
Al despertar después del desayuno subimos al camino para ver si teníamos la suerte de encontrar algún vehículo que nos solucionara el transporte desde Condarco a Barreal. Esto era necesario ya que Marcelo nos llevaría hasta Condarco en sus caballos. Mientras se preparaban las cargas ya cerca de las 10 de la mañana “se nos hizo el día” al ver una camioneta de gendarmería que viajaba con destino a Manantiales, le hicimos seña y se detuvo, entonces le preguntamos si nos llevaba a Barreal a su regreso y nos dijo que sí. Tuvimos mucha suerte considerando que debíamos cargar con la bicicleta y las mochilas de 90.
Por una hora más o menos cabalgamos hasta unos pocos kilómetros antes de llegar a Hornillas y allí nos alcanzó la camioneta. En un santiamén cargamos las cosas, nos despedimos de Marcelo y Jonathan y salimos con rumbo a Barreal. La fortuna nos ayudó porque conseguimos pasaje en el colectivo de línea para la ciudad de San Juan con sólo una hora de espera.
Así se cerraron los 11 días que demandó la travesía que por suerte fue lograda sin mayores inconvenientes y dejando una de las mejores vivencias que haya experimentado.
Ahora solo resta agradecer una vez más a Neri Caballero quien me diera la oportunidad de viajar con el grupo de Fátima, a los caminantes Quito Guimaraes y José Páez los que me alentaron en todo el recorrido, a mis 4 hijos quienes comprenden, apoyan y pacientemente acompañan a su padre en este tipo de proyectos, a mi madre y mi tía Irma pilares fundamentales y a mis amigos Guillermo Quevedo y Juan Lértora compinches de la vida. Quiero recordar también a Beatriz Lund porque juntos soñamos esta travesía y lamentablemente por cuestiones de la vida no pudimos concretarla juntos, a Susana Caldentey por su permanente apoyo incondicional y a todos los que de una u otra manera me “acompañaron” en este sueño.