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La Bicicleta Fea
La bicicleta fea
Había una vez una fea bicicleta de la que todos se burlaban. Cuando salía por ahí, los coches le tocaban bocina y hasta trataban de sacarla de la calle. Las motocicletas la despreciaban ostensiblemente. Pero lo más curioso es que las propias bicicletas pasaban a su lado y hacían como si ni siquiera la viesen.
Pero la bicicleta fea persitía, al punto que comenzó a rodar cada vez más lejos de su casa, quizás con la esperanza de ver a otra como ella.
Un día, en una estación de servicio, se encontró con cuatro mountain bikes que estaban atadas a un enorme portabicicletas instalado en una camioneta 4x4. Las mtb le sugirieron que se quitara los guardabarros, el portapaquetes y las alforjas, que abandonara ese feo cuadro de cromoly y lo reemplazara por uno de aluminio o de carbono, que se comprara unas ruedas gordas con tacos, un asiento finito, y, ya renovada, se pasara el resto de su vida siendo transportada en un automóvil. Pero la bicicleta fea les dijo: Pero a mí me gusta rodar distancias muy largas, cosa que ofendió tanto a las mtb que no volvieron a dirigirle la palabra.
Entonces, un día, en una ruta, la bicicleta fea vio a un gran grupo de hermosas bicicletas que le estaban por dar alcance. De hecho la alcanzaron y la pasaron tan rápidamente que ni siquiera le echaron una ojeada. Estas bicis no tenían guardabarros, ni portapaquetes, ni alforjas, eran muy delgadas y sutiles y estaban hermosamente pintadas. Trató de seguirles el paso, pero fue imposible, era lenta.
La bicicleta fea pensó: Algún día seré como ellas, y decidió empacar y abandonar su hogar.
El viaje fue duro y difícil. No tenía una 4x4 que la llevara ni rodaba en el medio de un gran pelotón que la ayudara, de modo que debía soportar la prepotencia de los otros vehículos. Como no tenía ruedas gordas se demoraba mucho cuando debía rodar por algún tramo de barro y como llevaba encima mucho peso se le hacían muy lentos los ascensos de montaña. Pero persitía tozudamente, kilómetro tras kilómetro, montaña tras montaña, provincia tras provincia, manteniéndose fuerte y ganando cada vez más confianza. Los otros vehículos aun la molestaban o la burlaban, pero ella tenía cosas más importantes de las que ocuparse.
A medida que pasaban los kilómetros le comenzó a pasar algo extrraño. Comenzó a descubrir ciertas cosas. Las mountain bikes podían ser mejores en senderos de montaña pero no eran tan rápidas en el pavimento. Las de ruta, livianas y elegantes, eran muy rápidas en el pavimento pero inútiles fuera de él. Ni las mtb ni las de ruta tenían portapaquetes ni alforjas como para llevar todo lo necesario para un largo viaje. Ni podían rodar de noche, ya que no tenían luces potentes como las suyas. Ni tenían guardabarros, de modo que no podían rodar en la lluvia. En cambio ella tenía todo lo necesario parea rodar largas distancias bajo las circunstancias más adversas.
Entonces, una noche, cuando se adentró en un solitario camping buscando un lugar para descansar, la vio. Tenía un poderoso cuadro, portapaquetes adelante y atrás, luces, guardabarros y grandes alforjas. ¡Realmente se le parecía mucho! Pensó que era la más hermosa bicicleta que jamás había visto. ¡Y también era de mujer! ¡Ese robusto cuadro de acero, ese bolso frontal con portamapas, ese asiento ancho y cómodo formaban un conjunto muy lindo! Pero además se percató que a aquella hermosa bicicleta ella también parecía resultarle atractiva. Inmediatamente conversaron y se dio cuenta que ambas habían hecho ya larguísimos viajes. de los cuales hablaron durante casi toda la noche. Y mientras hablaban comenzó a darse cuenta que estaba bien querer ser ella misma y no parecerse a esas otras bicicletas tan pagadas de sí mismas.
Esa noche la bicicleta fea se convenció de que realmente no era para nada fea; sólo que tenía cualidades que la mayoría de los demás vehículos no podían apreciar.
por Mario García*
Nota de la página de BiciClub
http://www.biciclub.com/start.php
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